40 años del Mayo Francés: entrevista al sociólogo Alain Touraine

Entrevista con el sociólogo francés Alain Touraine, a 40 años del movimiento de estudiantes y obreros en Francia.
“A partir del Mayo Francés la cultura invadió a la política”
Por Carlos Subosky. Entrevista exclusiva para el Consejo Consultivo de la República de México
Hace 40 años, la Universidad de la Sorbona en Paris era coronada por un estandarte que hizo historia: “Prohibido prohibir”El aburrimiento es contrarrevolucionario”, “La imaginación al poder”, “No le pongas parches, la estructura está podrida”. Estos fueron algunos de los emblemas de la lucha estudiantil del Mayo Francés de 1968. Un movimiento que luchaba por las libertades individuales y que se expandió por el mundo. De distintas maneras ha perdurado en el tiempo, hasta hoy.
Las facultades lucían embanderadas con frase anarquistas, trotkistas y marxistas y afiches de Bakunin, Marx, El Che Guevara o Mao.
En las calles, miles de estudiantes clamaban por una mayor libertad individual. Junto a ellos, los movimientos obreros salieron a las calles a manifestarse. La huelga general duró casi un mes. Era la Francia de postguerra gobernada con mano férrea por Charles De Gaulle. Un mundo donde la guerra de Vietnam, la lucha por la paz de los hippies y las revueltas en Europa oriental contra el stanilismo impactaban de lleno en el mundo intelectual y estudiantil.
El gobierno de De Gaulle colapsó y fue obligado a llamar a elecciones anticipadas, en las que triunfó nuevamente.
Sin embargo, las protestas se fueron disolviendo, ya que la Confederación General del Trabajo de Francia (CGT) - manejada por el Partido Comunista Francés- abandonó la huelga. Jean Paul Sartre, Michel Foucault, Michel de Certeaud y Cornelius Castoriadis, fueron algunos de los pensadores que vieron en el movimiento de 1968 un cambio en la historia social.
Otro de los intelectuales influenciados por estos hechos es el sociólogo francés Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, Francia, 1925) quién era en aquella época profesor de la Universidad en Nanterre - uno de los lugares donde se iniciaron las protestas, con el liderazgo del mítico Daniel Cohn Bendit.
En ese entonces, el académico ofreció sin éxito su mediación ante el gobierno de De Gaulle. Touraine, autor de un libro paradigmático sobre el tema, “El movimiento de mayo o el comunismo utópico (1968)”, dialogó con el Consejo Consultivo de Ciencias de la República de México sobre los rastros que han quedado en la actualidad del Mayo del 68.“Lo que se ve muy claramente es que a partir del Mayo del 68 comenzó una liberación en el terreno cultural. No creo que en lo social ni en lo político hayan quedado tantos rastros de este acontecimiento”, reflexiona Touraine.
¿Cómo cambió la vida política francesa el Mayo del 68?.
Hay dos nociones, cultura y juventud, que a partir de allí entraron en la vida política, que no existían antes del 68.Se puede ver esto en los debates de los parlamentos y de la opinión pública.A partir de aquel momento se trataron temas como la igualdad de la mujer, el aborto, la eutanasia, la situación de las minorías, del Islam.También la opinión pública tiene presentes estos temas en parte porque la globalización hace que los temas económicos estén por encima de nosotros y por eso, en nuestra vida política, estamos mirando como prioridad el problema de cómo vivir, como organizarnos en nuestra vida, en un mundo donde no hay solidez. Además aparece una gran inquietud de los jóvenes frente al futuro, porque piensan que van a vivir mal. Entonces hay un cambio fundamental en este sentido a partir del 68. Ése es su gran significado y no el vocabulario.
Entonces podríamos decir que partir de aquel momento la cultura tuvo un lugar más destacado en lo político...
Una definición adecuada del Mayo Francés es que este movimiento produjo una invasión al mundo político con problemas culturales de la misma manera que en Inglaterra o en Francia a mediados del siglo XIX hubo una invasión del terreno político por los problemas y actores económicos. A nivel político no pasó nada con el Mayo del 68, a nivel económico tampoco, ni siquiera a nivel sindical. Pero como decía anteriormente en el mundo de la cultura hubo toda una generación de personas que promovieron una apertura cultural de libertad. Las cosas prohibidas dejaron de serlo. Este aspecto cultural es el centro de la vida política actual. En 2005 hubo sublevaciones de los hijos o nietos de inmigrantes o grandes movimientos de las mujeres. Son enormes temas que están en el centro de la política, mientras que antes del Mayo del 68 el centro eran conceptos como socialismo o capitalismo que hoy casi nadie utiliza.
¿Se siguen interesando los intelectuales en su país en aquel Mayo del 68?
No creo que haya hoy muchos trabajos interesantes que analicen aquellos años. Hay libros de tipo reportaje o históricos de bajo nivel. No hay cosas importantes en ese sentido, aunque algunos intelectuales mantienen un juicio positivo del Mayo Francés, pero también otros están preocupados por problemas de tipo ambiental, tecnológico, ecológico o por la situación internacional. No considero que a pesar del orgullo que hay con el Mayo Francés, hoy sea una preocupación realmente central en la vida política francesa.
¿Hay similitudes en aquel movimiento estudiantil y los movimientos actuales, tanto escolares como universitarios en Francia?
Creo que no. En el Mayo Francés la gran idea fue la de poner en tela de juicio todas las formas de autoridad. No de propiedad, como decía el movimiento obrero marxista. Lo que se cuestionaba era el tipo de control de la vida personal y de la vida colectiva. En el 68 se sentía en todas partes un deseo de transformación cultural y no solamente de participación en la reconstrucción nacional. En las huelgas estudiantiles actuales las razones son otras. Hay una parte económica y otra social. Es la primera vez en la historia que la juventud está convencida que va a tener un nivel de vida más bajo que sus padres. No hay puestos de trabajo, el sistema actual está mal adaptado al mercado de trabajo y entonces hay una inquietud profunda, que a veces explica sencillamente el hecho de que grandes movimientos de masas sean lanzados por estudiantes.
En 2002 comienza en su país un crecimiento de la extrema derecha.
¿Cómo se explica que luego de un movimiento tan importante como el del 68 la derecha haya avanzado tanto?
La derecha francesa era en parte liberal, en parte reaccionaria y el mundo obrero no veía en esta derecha sus soluciones, pero tampoco en la izquierda. Entonces el movimiento trabajador, en gran parte, empezó a votar a favor de la extrema derecha. Esto ha sucedido en muchos países europeos. Este fenómeno corresponde a la crisis de los pequeños empresarios --asi artesanos-- y a los obreros desocupados. Incluso la votaron personas de origen extranjero. Todo eso formó una extrema derecha popular que tuvo mucha importancia especialmente en 2002. Ese año, en la primera vuelta de la elección presidencial no fue el socialismo el que llegó al ballotage sino El Frente Nacional, de extrema derecha, comandado por Jean-Marie Le Pen. Entonces la izquierda tuvo que votar por Jacques Chirac --quién ganó esas elecciones en 2002. Todo esto lo aprovechó de forma muy inteligente el actual presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quién atrajo el voto popular sin hacer un acuerdo con el Frente Nacional. De manera tal que Sarkozy fue electo con un voto popular mucho más importante que la gente de Mitterrand, cuando fue presidente de Francia.
¿Con esa aparición de la derecha también se inició un proceso donde se comenzó a ver como negativo el Mayo del 68?
Sí. Esto comenzó en los años 80 con las grandes dificultades económicas. Cuando Mitterrand llegó al poder --en 1981-- comenzó a mostrar que el Mayo Francés fue algo negativo. Esta idea la continuó después Sarkozy, quien dijo en un discurso que todas las cosas malas que pasaban en Francia, como la inseguridad, la falta de respeto y la desorganización social, venían del Mayo Francés. Esto realmente no tiene ningún sentido. Uno puede tener una visión positiva --yo la tengo-- o negativa de estos sucesos, pero de ahí a decir que los estudiantes del 68 han destruido toda la sociedad francesa es ridículo. Es más ridículo que falso diría yo.
¿ Qué ha quedado del vocabulario del Mayo Francés?
El vocabulario neo marxista de muchos, no tiene mucho sentido. Lo que a la gente ha guardado en su mente es la cosa más anarquista, con frases como “Prohibido Prohibir” . Es que en ese momento aparece una nueva idea de gozar de la vida, que tal vez sea superficial en muchos aspectos, pero que es y ha sido, durante los últimos 30 años, un tema central.
La relación entre estudiantes y obreros fue muy simbólica en aquellos años y hoy es una de las imágenes más visibles ¿Qué pasó con esa relación?
El esfuerzo de los estudiantes de acercarse a los obreros en las fábricas fue central. Ahí apareció la idea del estudiante que va a la fábrica para hacer la unión de los intelectuales con la clase obrera. Pero 5 o 10 años después del 68, muy pocos recordaban este momento que era muy simbólico.La CGT --manejada por el Partido Comunista francés-- expresaba una ausencia de confianza con los estudiantes. Es cierto que en el gran desfile en París marcharon juntos y que el movimiento obrero apoyó con una huelga de casi un mes a los estudiantes, pero nunca el Partido Comunista, ni la CGT, los acompañó del todo.
ZIZEK El Ambiguo Legado del '68
(publicado originalmente en In These Times el 20 de Junio de 2008, traducido por Decondicionamiento.org)
¿Qué fue revolucionado hace cuarenta años, el mundo o el capitalismo?
Por Slavoj Zizek
En el París de 1968, uno de los graffitis más famosos en las paredes de la ciudad fue "¡las estructuras no caminan por las calles!". En otras palabras, las manifestaciones masivas de obreros y estudiantes en el 68 no podían explicarse en los términos del estructuralismo, no podían explicarse como determinados por los cambios estructurales en la sociedad, como en el estructuralismo de Saussure. La respuesta del psicoanalista francés Jacques Lacan fue que precisamente esto fue lo que sucedió en el 68: las estructuras descendieron hasta las calles. Los visiblemente explosivos sucesos en las calles, fueron en último término el resultado de un desequilibrio estructural.
Hay buenos motivos para sostener la perspectiva escéptica de Lacan. Como notaron los eruditos franceses Luc Boltanski y Eve Chiapello en "El Nuevo Espíritu del Capitalismo" en 1999, de los años 70 en adelante emergió una nueva forma de Capitalismo.
El Capitalismo abandonó la estructura jerárquica Fordista del proceso de producción (que, con su nombre dedicado al fabricante de automóviles Henry Ford, imponía una cadena de mando jerárquica y centralizada), y desarrolló una forma de organización basada en red responsable de la iniciativa individual del empleado y de la autonomía en el centro de trabajo. Como resultado, tenemos redes con una multitud de participantes, organizando el trabajo en equipos o por proyectos, con la intención de la satisfacción del consumidor y el bienestar público, o hasta preocupándose por la ecología.
De este modo, el capitalismo usurpó la retórica izquierdista de la auto-gestión del trabajador, transformándolo de un slogan anti-capitalista a uno capitalista. Era el Socialismo el que era conservador, jerárquico y administrativo.
Las protestas anticapitalistas de los 60 trajeron como suplemento a la crítica tradicional de la explotación socioeconómica, una nueva crítica cultural: la alienación de la vida diaria, la comodificación del consumo, la falsedad de una sociedad de masas en la que "llevamos máscaras" y sufrimos opresiones sexuales y de otros tipos.
El nuevo capitalismo se apropió triunfante de esta retórica anti-jerárquica del '68, presentándose como una revuelta libertaria exitosa contra las organizaciones sociales opresivas del capitalismo corporativo y el socialismo "realmente existente". Este nuevo espíritu libertario es personificado por los des-estirados capitalistas "guays" como Bill Gates en Microsoft, o los fundadores del helado Ben & Jerry.
Lo que sobrevivió de la liberación sexual de los '60 fue el hedonismo tolerante incorporado de buena gana a nuestra ideología hegemónica. Hoy el gozo sexual no sólo está permitido, es ordenado; los individuos se sienten culpables si no son capaces de disfrutarlo. El impulso hacia formas radicales de gozo (mediante experimentos sexuales y drogas u otros medios de inducción de trance) emergieron en un momento político preciso: cuando el "espíritu del '68" había agotado su potencial político.
En este punto crítico a mediados de los 70, fuimos testigos de un empuje-hacia-lo-Real directo y brutal, que asumió tres formas principales: primero, la búsqueda de formas extremas de gozo sexual; segundo, el giro hacia lo Real de una experiencia interna (misticismo oriental); y por último, el alza del terrorismo político de izquierda (Red Army Faction en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, etcétera).
El terror político de izquierda funcionaba bajo la creencia de que, en una época en que las masas están totalmente sumergidas en el sueño ideológico capitalista, la crítica estándar de la ideología ya no es operativa. Sólo un recurso al crudo Real de la violencia directa podría despertarlas.
Lo que estas tres opciones comparten, es la retirada que suponen respecto a la implicación socio-política concreta, y lo que hoy sentimos son las consecuencias de esta retirada.
Los disturbios en los suburbios franceses en Otoño del 2005, se mostraron como miles de coches ardiendo y un importante arrebato de violencia pública. Pero lo que destacaba era la ausencia de visión positiva utópica alguna entre los manifestantes. Si Mayo del '68 fue una revuelta con una visión utópica, la revuelta de 2005 fue un arrebato sin pretensión de visión alguna.
Aquí hay una prueba del aforismo común de que vivimos en una era post-ideológica: Los manifestantes en los suburbios de París no pedían nada en particular. Sólo había una insistencia sobre el reconocimiento, basada en un resentimiento vago y sin articular.
El hecho de que no hubiera programa en la quema de los suburbios de París, nos dice que habitamos un universo en el que, aunque se celebre a sí mismo como una sociedad de la elección, la única opción disponible aparte del consenso democrático impuesto, es la explosión de violencia (auto)destructiva.
Recordemos aquí el reto de Lacan a los estudiantes que protestaban en el '68: "Como revolucionarios, sois histéricos que piden a un nuevo maestro. Lo obtendréis."
Y obtuvimos uno, bajo el disfraz del maestro "permisivo" post-moderno cuya dominación, al ser menos visible, es mucho más fuerte.
Mientras que muchos cambios sin duda positivos acompañaron a este cambio (como nuevas libertades y el acceso de las mujeres a posiciones de poder), uno debería plantear en cualquier caso cuestiones duras: ¿Fue este paso de "un espíritu del capitalismo" a otro realmente todo lo que sucedió en el '68? ¿Fue todo el ebrio entusiasmo de libertad tan sólo un modo de sustituir una forma de dominación por otra?
Las cosas no son tan fáciles. Mientras que la cultura dominante se apropió del '68 como una explosión de libertad sexual y creatividad anti-jerárquica, Sarkozy dijo en su campaña presidencial de 2007 que su gran tarea era hacer que por fin Francia superase el '68.
Así que lo que tenemos es "su" y "nuestro" Mayo del 68. En la memoria ideológica de hoy en día, "nuestra" idea básica de las manifestaciones de Mayo, el enlace entre las protestas estudiantiles y las huelgas de los trabajadores, se olvida.
Si observamos nuestra situación con los ojos del '68, hemos de recordar que, en su núcleo, el '68 fue un rechazo del sistema liberal-capitalista, un "NO" a su totalidad.
Es fácil bromear sobre la noción del economista político Francis Fukuyama del "fin de la historia", de su afirmación de que en el capitalismo liberal hemos encontrado el mejor sistema social posible. Pero hoy en día, la mayoría son Fukuyamaistas. El capitalismo liberal-democrático es aceptado como la fórmula hallada al fin para el mejor de los mundos posibles, tal que sólo queda hacerlo más justo, más tolerante, etcétera.
Cuando Marco Cicala, periodista italiano, utilizó recientemente la palabra "capitalismo" en un artículo para el diario italiano La Repubblica, su editor le planteó que el uso de este término era innecesario, y le preguntó si no podía sustituirlo por un sinónimo como "economía".
¿Qué mejor prueba del triunfo del capitalismo en las tres últimas décadas que la desaparición del propio término "capitalismo"? Así pues, la única verdadera cuestión hoy es: ¿apoyamos esta naturalización del capitalismo, o contiene el capitalismo global de hoy en día contradicciones lo bastante fuertes como para prevenir su reproducción indefinida?
Hay (al menos) cuatro antagonismos así: la amenaza de la catástrofe ecológica; lo inapropiado de los derechos sobre la propiedad privada cuando se aplican a la "propiedad intelectual"; las implicaciones socio-éticas de nuevos desarrollos tecno-científicos (especialmente en biogenética); y por último pero no menos importante, nuevas formas de apartheid, en forma de nuevos muros y barrios bajos.
Los primeros tres antagonismos se refieren al dominio de lo que los teóricos políticos Michael Hardt y Toni Negri llaman "comunes", la substancia compartida de nuestro ser social cuya privatización es un acto violento que debe ser resistido con medios violentos si es necesario (esto es, violencia contra la propiedad privada).
Los comunes de la naturaleza exterior están amenazados por la polución y la explotación (del petróleo a los bosques y hábitat natural en sí); los comunes de la naturaleza interna (la herencia biogenética de la humanidad) están amenazados por la interferencia tecnológica; y los comunes de la cultura (las formas socializadas de capital "cognitivo", principalmente el lenguaje, nuestro método de comunicación y educación, pero también la infraestructura compartida del transporte público, electricidad, correos, etcétera) son privatizados en busca del beneficio. (Si se le permitiera a Bill Gates un monopolio, habríamos alcanzado la absurda situación en que un individuo privado habría sido propietario de la textura software de nuestra red básica de comunicación).
Nos estamos dando cuenta gradualmente del potencial destructivo, hasta la propia auto-aniquilación de la humanidad en sí misma, que podría desatarse si se permite apoderarse libremente de estos tres comunes a la lógica capitalista.
El economista Nicholas Stern caracterizó adecuadamente la crisis climática como "el mayor error de mercado en la historia humana".
Hay una consciencia en aumento de que necesitamos una nueva ciudadanía global en cuanto al medio ambiente, un espacio político para responder al cambio climático como una cuestión de importancia común para toda la humanidad.
Uno debería dar peso a los términos "ciudadanía global" y "preocupación común". Este deseo de establecer una organización política y de implicación global que neutralice y canalice las fuerzas del mercado, ¿no significa que necesitamos una perspectiva propiamente comunista? La necesidad de proteger los "comunes" justifica resucitar la noción de Comunismo: Nos permite ver cómo se está "encerrando" a nuestros comunes como un proceso de proletarización de aquellos que por tanto se encuentran excluídos de su propia substancia.
Sin embargo, es sólo el antagonismo entre los Incluídos y los Excluídos lo que justifica propiamente el término Comunismo. En los barrios marginales del mundo, estamos siendo testigos del rápido crecimiento de una población fuera del control del estado, que vive en condiciones fuera de la ley, con una necesidad terrible de formas mínimas de auto-organización. Aunque esta población esté compuesta por trabajadores marginalizados, funcionarios redundantes y ex-campesinos, no son simplemente un excedente redundante: se encuentran incorporados en la economía global, muchos trabajando como asalariados informales o como empresarios autoempleados, sin cobertura sanitaria o social adecuada. (La fuente principal de su alza es la inclusión de los países del Tercer Mundo en la economía global, con las importaciones de comida barata de países del Primer Mundo arruinando la agricultura local). Estos nuevos habitantes de los barrios bajos no son un accidente desafortunado, sino un producto necesario de la lógica más interna del capitalismo global.
Quien vive en las favelas -o pueblos de chabolas- de Rio de Janeiro en Brazil, o en Shanghai en China, no es esencialmente distinto de alguien que vive en las banlieues -barrios marginales de las afueras- de París o en los ghettos de Chicago.
Si la tarea principal de las políticas de la emancipación en el Siglo XIX fue romper el monopolio de la burguesía liberal politizando a la clase trabajadora, y si la tarea del Siglo XX fue despertar políticamente a la inmensa población rural de Asia y África, la tarea principal del Siglo XXI es politizar -organizar y disciplinar- a las "masas desestructuradas" de los habitantes de los barrios bajos. Si ignoramos este problema de los Excluídos, el resto de los antagonismos pierden su filo subversivo.
La ecología se convierte en un problema de desarrollo sostenible. La propiedad intelectual se convierte en un complejo reto legal. La biogenética se vuelve un asunto ético. Las corporaciones -como Whole Foods y Starbucks- son favorecidas entre los liberales incluso a pesar de que se involucren en actividades antisindicalistas; apenas porque venden productos con un toque progresista.
Compras café hecho con grano comprado por encima del valor justo en el mercado.
Conduces un vehículo híbrido.
Compras de compañías que proporcionan buenos beneficios a sus compradores (según los estándares de la corporación).
En pocas palabras, sin el antagonismo entre los Incluídos y los Excluídos, podríamos tropezar con un mundo en que Bill Gates fuera el más grande de los seres humanitarios, combatiendo la pobreza y la enfermedad, y que el Rupert Murdoch de NewCorp fuera el mayor defensor del medio ambiente mobilizando cientos de millones a través de su imperio mediático.
En contraste con la clásica imágen de los proletarios que "no tienen nada que perder excepto sus cadenas", estamos TODOS en peligro de perderlo TODO. El riesgo es que seremos reducidos a sujetos vacíos abstractos cartesianos deprivados de contenido substancial, desposeídos de sustancia simbólica, nuestra base genética manipulada en un entorno imposible de habitar.
Esta triple amenaza a nuestro ser nos hace a todos potenciales proletarios. Y la única forma de prevenir convertirse en uno, es actuar preventivamente.
El verdadero legado del '68 se encapsula del mejor modo en la fórmula Soyons realistes, demandons l’impossible! (Seamos realistas, pidamos lo imposible)
La utopía de hoy, es la creencia de que el sistema global existente puede reproducirse indefinitivamente. La única forma de ser realistas es prever lo que, dentro de las cordenadas de este sistema, no puede sino aparecer como imposible.
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Entonces, ¿quiere el rojo de siempre o prefiere... ¡¡el color fooly cooly!??!?
Mayo del 68 visto con ojos de hoy (DIARIO EL PAIS)
Lo utópico es pensar que el actual sistema capitalista puede reproducirse de forma indefinida. La catástrofe se avecina. De ahí la actualidad de la consigna de Mayo del 68: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".
SLAVOJ ZIZEK 01/05/2008
Los proletarios no tenían "nada que perder más que sus cadenas"; ahora todos podemos perderlo todo
El 11-S es el gran símbolo del fin de los felices 90 de Clinton y de la aparición de nuevos muros
De la liberación sexual de los sesenta ha sobrevivido el hedonismo tolerante cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica: hoy, no sólo se permite, sino que se ordena disfrutar del sexo, y las personas que no lo logran se sienten culpables. El impulso de buscar formas radicales de disfrute (mediante experimentos sexuales y drogas u otros métodos para provocar un trance) surgió en un momento político concreto: cuando "el espíritu del 68" estaba agotando su potencial político. En ese momento crítico (a mediados de los setenta), la única opción que quedó fue un empuje directo y brutal hacia lo real, que asumió tres formas fundamentales: la búsqueda de formas extremas de disfrute sexual, el giro hacia la realidad de una experiencia interior (misticismo oriental) y el terrorismo político de izquierdas (Fracción del Ejército Rojo en Alemania, Brigadas Rojas en Italia, etcétera). La apuesta del terrorismo político de izquierdas era que, en una época en la que las masas están inmersas en el sueño ideológico del capitalismo, la crítica normal de la ideología ya no sirve, así que lo único que puede despertarlas es el recurso a la cruda realidad de la violencia directa, l'action directe.
Recordemos el reto de Lacan a los estudiantes que se manifestaban: "Como revolucionarios, sois unos histéricos en busca de un nuevo amo. Y lo tendréis". Y lo tuvimos, disfrazado del amo "permisivo" posmoderno cuyo dominio es aún mayor porque es menos visible. Aunque no hay duda de que esa transición fue acompañada de muchos cambios positivos -baste con mencionar las nuevas libertades y el acceso a puestos de poder para las mujeres-, no hay más remedio que insistir en la pregunta crucial: ¿tal vez fue ese paso de un "espíritu del capitalismo" a otro lo único que realmente sucedió en el 68, y todo el ebrio entusiasmo de la libertad no fue más que un modo de sustituir una forma de dominación por otra?
Muchos elementos indican que las cosas no son tan sencillas. Si observamos nuestra situación desde la perspectiva del 68, debemos recordar su verdadero legado: el 68 fue, en esencia, un rechazo al sistema liberal-capitalista, un no a todo él. Es fácil reírse de la idea del fin de la historia de Fukuyama, pero la mayoría, hoy día, es fukuyamaísta: se acepta que el capitalismo liberal-democrático es la fórmula definitiva para la mejor sociedad posible y que lo único que se puede hacer es lograr que sea más justa y tolerante. La única pregunta que cuenta hoy es: ¿respaldamos esta naturalización del capitalismo, o el capitalismo globalizado actual contiene antagonismos lo suficientemente fuertes como para impedir su reproducción indefinida?
Dichos antagonismos son (por lo menos) cuatro: la amenaza inminente de la catástrofe ecológica; lo inadecuado de la propiedad privada para la llamada "propiedad intelectual"; las implicaciones socio-éticas de los nuevos avances tecnocientíficos (sobre todo en biogenética); y las nuevas formas de apartheid, los nuevos muros y guetos. El 11 de septiembre de 2001, cayeron las Torres Gemelas; 12 años antes, el 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín. El 9 de noviembre anunció los "felices noventa", el sueño del "fin de la historia" de Fukuyama, la convicción de que la democracia liberal había ganado, de que la búsqueda se había terminado, de que la llegada de una comunidad mundial estaba a la vuelta de la esquina, de que los obstáculos a ese final feliz digno de Hollywood eran meramente empíricos y contingentes (bolsas locales de resistencia cuyos líderes no habían comprendido aún que había pasado su hora). Por el contrario, el 11-S es el gran símbolo del fin de los felices noventa de Clinton, el símbolo de la era que se avecina, en la que aparecen nuevos muros en todas partes, entre Israel y Cisjordania, alrededor de la Unión Europea, en la frontera entre Estados Unidos y México.
Los tres primeros antagonismos antes citados afectan a los elementos que Michael Hardt y Toni Negri denominan "comunes", la sustancia común de nuestro ser social, cuya privatización es un acto violento al que hay que resistirse por todos los medios, incluso violentos, si es necesario. Son los elementos comunes de la naturaleza externa, amenazados por la contaminación y la explotación (el petróleo, los bosques, el hábitat natural); los elementos comunes de la naturaleza interna (la herencia biogenética de la humanidad), y los elementos comunes de la cultura, las formas inmediatamente socializadas de capital "cognitivo", sobre todo el lenguaje, nuestro medio de comunicación y educación, pero también las infraestructuras comunes del transporte público, la electricidad, el correo, etcétera.
Si se hubiera permitido el monopolio a Bill Gates, nos encontraríamos en la absurda situación de que un individuo concreto poseyera literalmente todo el tejido de software de nuestra red esencial de comunicación. Lo que estamos comprendiendo de manera gradual son las posibilidades destructivas, hasta la autoaniquilación de la propia humanidad, que se harán realidad si se da carta blanca a la lógica capitalista de encerrar esos elementos comunes. Nicholas Stern tiene razón al caracterizar la crisis climática como "el mayor fracaso de mercado de la historia humana". ¿Acaso la necesidad de establecer el espacio para una acción política mundial que sea capaz de neutralizar y canalizar los mecanismos de mercado no sustituye a una perspectiva propiamente comunista? Así, la referencia a los "elementos comunes" justifica la resurrección de la idea de comunismo: nos permite ver el "encerramiento" progresivo de esos elementos comunes como proceso de proletarización de quienes, con él, quedan excluidos de su propia sustancia.
Así, en contraste con la imagen clásica de los proletarios que no tienen "nada que perder más que sus cadenas", todos corremos el peligro de perderlo todo; la amenaza es que nos veamos reducidos a vacíos sujetos cartesianos abstractos, carentes de todo contenido sustancial, desposeídos de nuestra sustancia simbólica, con nuestra base genética manipulada, seres que vegetan en un entorno inhabitable. Esta triple amenaza a todo nuestro ser nos vuelve a todos, en cierto sentido, proletarios, y la única forma de no convertirse en ello es actuar de antemano para prevenirlo.
Lo que mejor condensa el auténtico legado del 68 es la fórmula Soyons realistes, demandons l'impossible! ("Seamos realistas, pidamos lo imposible"). La verdadera utopía es la creencia de que el sistema mundial actual puede reproducirse de forma indefinida; la única forma de ser verdaderamente realistas es prever lo que, en las coordenadas de este sistema, no tiene más remedio que parecer imposible.
Slavoj Zizek es filósofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
ONFRAY: LA POLITICA DEL REBELDE. ¿QUÉ ES ESO DEL NIETZSCHEÍSMO DE IZQUIERDA
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=explorer&chrome=true&srcid=0B_XtK3t3eO90MTk1ZDk1ZjUtNWEwMS00ZjY5LTg2N2UtOWY1MThjZGRlYjQ2&hl=es
NO HAY PARALELISMO CON EL MAYO '68
Así lo cree el célebre sociólogo Alain Touraine, quien comparte con Zygmnut Bauman el Premio de Comunicación y Humanidades; y es más, cree que en medio de la agitación que envuelve a su país, Francia ha perdido la oportunidad de reinventar el proceso político.
FUENTE: EL MUNDO
por Lucía González
OVIEDO.- El sociólogo que acuñó el término sociedad post-industrial, el francés Alain Touraine, que comparte el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades con su homólogo polaco, Zygmunt Bauman, es un ejemplo de octogenario en activo y de extraordinaria lucidez. Sigue trabajando en lo suyo -"gracias a Dios o al espíritu humano, las ideas cambian, pero uno puede estar en activo en este terreno aunque sea viejo"- pero no es por eso por lo que critica el cariz de las protestas que han invadido Francia ante la reforma del sistema de pensiones, que incluye elevar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años.
por Lucía González
OVIEDO.- El sociólogo que acuñó el término sociedad post-industrial, el francés Alain Touraine, que comparte el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades con su homólogo polaco, Zygmunt Bauman, es un ejemplo de octogenario en activo y de extraordinaria lucidez. Sigue trabajando en lo suyo -"gracias a Dios o al espíritu humano, las ideas cambian, pero uno puede estar en activo en este terreno aunque sea viejo"- pero no es por eso por lo que critica el cariz de las protestas que han invadido Francia ante la reforma del sistema de pensiones, que incluye elevar la edad de jubilación de los 60 a los 62 años.
OCTOGENARIO pero lúcido a su edad, según sus admiradores.considera que ante esa polémica en su país, políticos y ciudadanos "han perdido una oportunidad de recrear una fuerza sindical, una oposición política y de reinventar un debate, un nuevo proceso político". "El partido socialista es silencioso, la extrema derecha piensa en otro planeta y los sindicatos son débiles. En España también, pero al menos tiene influencia. En Francia ni tienen influencia ni base, con apenas un 8% de sindicalizados en el sector público y prácticamente ninguno en industria y comercio", destacó durante una rueda de prensa en la capital asturiana, donde recibirá el galardón, dotado con 50.000 euros, en la gala que presidirán el viernes los Príncipes de Asturias.
OCTOGENARIO pero lúcido a su edad, según sus admiradores.
Con más de 20 libros, es un maestro en lo que a movimientos sociales se refiere. Era profesor en Nanterre en mayo del 68 -"entre mis alumnos había un tal Colh-Bendit", dice en relación al líder estudiantil de aquella protesta- y no ve paralelismos entre las actuales movilizaciones y las de aquella primavera.
Touraine, que se maneja perfectamente en castellano -su mujer era chilena y él trabajo varios años en Latinoamérica-, considera que los cambios demográficos derivados de la mayor esperanza de vida dan la razón al Gobierno francés en el sentido de que la garantía del sistema de pensiones pasa "o bien por trabajar más o bien por recibir menor pensión".
También se ha pronunciado sobre las declaraciones en las que la canciller alemana, Angela Merkel, daba por fracasados los intentos de crear una sociedad multicultural. "Estoy de acuerdo. Los ingleses abandonaron esta idea tras los atentados en el metro en julio de 2005. La idea de una sociedad multicultural es tan absurda como la de una monocultural", afirmó. Se trata de "ser ciudadanos con los mismos derechos e igualdades y cultura diferente, algo que no tiene ninguna imposibilidad".
El único límite es mantener espacios en los que haya unas reglas comunes. Una postura que ejemplifica recordando otra polémica. Touraine formó parte de la de a comisión que trató el tema del velo en Francia y votó para prohibirlo en los colegios. "Nuestro problema no es respetar las costumbres musulmanas, que por supuesto hay que hacerlo. El problema es si aceptamos o no que haya algún lugar o institución con unas mismas reglas para todos. En esa ocasión elegimos dar prioridad a mantener y defender un lugar para la ciudadanía".
ONFRAY: LA POLITICA DEL REBELDE. ¿QUÉ ES ESO DEL NIETZSCHEÍSMO DE IZQUIERDA
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